Cómo comenzó mi amor por los libros: Parte I

No existió (y creo que no existirá) ningún momento de mi vida en que los libros no estuvieran en mis manos.

La idea de este espacio no será hacer una análisis de las Obras de ningún escritor, primeramente porque no tengo la formación técnica para hacerlo y segundo porque no es la idea de este Blog.

Este espacio simplemente tiene por objeto contarte cómo la lectura cambió mi vida cuando era adolescente, y se convirtió en el proceso de aprendizaje y crecimiento más sólido que alguna vez tuve.

Los libros contienen mucho más que historias y casi nunca se limitan a un argumento que inicia y termina. Los libros son, de verdad, infinita fuente de recursos para vivir.


Cuando yo era chica, la persona que más leía en mi casa era mi mamá y, además de eso, fomentó siempre la lectura en todos sus hijos, pero a rigor de verdad la que más se aferró a ese maravilloso hábito fui yo.

Te cuento esto porque muchas veces me preguntan cómo se fortalece el hábito de leer en los pequeños, y yo creo que existe también un componente muy personal en las personas que nos gusta mucho leer y no siempre se desarrolla de igual manera en todos los niñxs.

Hay muchos pequeños que tienen habilidades e inclinaciones por otro tipo de expresiones artísticas, o por las ciencias exactas, o por las artes orales, lo importante (desde mi punto de vista) es poder ofrecerles la oportunidad de conocer el inmenso recurso imaginativo que te ofrecen los libros.

Cuando yo era chica, no había computadoras en las casas, ni tablet ni mucho menos celulares. Teníamos Tv pero los canales eran limitados y los programas para chicos eran pocos. Por eso siempre lo libritos de cuentos fueron una opción magnífica a la hora de entretenernos, y quizás el desafío más grande para los padres y madres en los contextos actuales, sea tentar a un niñx a dejar un estímulo tan poderoso como la Tv, las películas o los juegos de consola para encontrar entretenimiento en ese simple y humilde objeto que, en un primer vistazo, solo puede ofrecer hojas escritas.

¿Cómo se comienza a leer?

PRIMERA PARTE: Mi infancia

Bueno, como te venía diciendo, mamá compró libritos desde que éramos muy pequeños. Al principio son los clásicos libros grandes, con muchas ilustraciones (hoy vienen libros con texturas, con pequeños objetos, con consignas). Estos formatos de libros son ideales cuando los niñxs comienzan a leer, ya que tienen frases cortas y argumento sencillos.

Una vez que la lectura ya era fuída, jamás en mi vida olvidaré la emoción que sentí cuando vi los primeros libros que mamá trajo, con muchas historias dentro de Los Hermanos Grimm y de Hans Andersen.

¿Me creen que casi me pongo a llorar cuando vi esta imagen? Porque eran esos mismos los libros que mamá trajo. Nos contó que Los Hermanos Grimm eran dos hermanos alemanes que durante muchos años recopilaron los cuentos populares de muchos pueblos de Europa, pasándolos de relatos orales a cuentos escritos para que no se pierdan con el paso de los años.

Hoy sé que muchas de esas historias, más que relatos infantiles tenían trasfondos muy duros y tristes vinculados sobre todo a la guerra y a la posguerra, pero estos recopiladores los fueron suavizando para que no resultaran tan fuertes para los niñxs (aunque hasta el día de hoy la mayoría de los protagonistas son pequeños que quedan huérfanos).

Otro autor de esa época que escribió y recopiló muchos cuentos infantiles fue Hans Andersen, como ser El patito Feo, La Sirenita, El soldadito de plomo, Las Zapatillas Rojas, Pulgarcita… y mi favorito por siempre:

La princesa y el garbanzo (o el guisante)

Dimoliart (Olga Popugaeva&Dmitry Nepomnyastchy)

No les podría explicar con precisión porqué AMÉ tanto ese relato. Me resultaba fascinante que la princesa pueda sentir el garbanzo debajo de los veinte colchones y las diez mantas que la reina le había puesto. Pero ella era una princesa verdadera y tenía la piel tan sensible que pasó una noche terrible a causa del garbanzo, pudiendo demostrar que de verdad era una princesa y casarse así con el príncipe.

Sí, si, ya sé. No es un cuento con un contenido adaptado al hoy. De hecho creo firmemente que la mayoría de estas historias presentaban la imagen de la mujer como un ser humano débil y sumiso (luego haremos un análisis mas profundo sobre esto) pero a mí, a los siete años, me volvió loca.

Juraba que yo era como la princesa y que podía sentir cualquier molestia bajo el cochón, que yo tenía la piel sensible y que necesitaba dormir muy muy acolchonada para amanecer bien (claramente mi mamá me metía en la cama y fin del asunto, que colchones ni edredones).

En fin, esta primera infancia la recuerdo con tanta, pero tanta magia que tengo grabado en lo más profundo de mi corazón las sensaciones que tenia ante cada relato. Me quedaba horas pensando en las historias, enganchada con los personajes. Los dibujaba en cuadernos, les daba otros roles.

Eran mundos de fantasía que explotaban en mi mente y comenzaban a darme la pauta de que a través de la lectura se habilitaban mundos donde todo era posible. Dónde yo podía ser princesa durmiendo con veinte colchones, o podía ser la reina que planeaba poner el guisante.

Podía ser lo que YO QUISIERA SER.

Esa fue la llamita de lo que luego sería un fuego en mi interior: el amor por las historias.


¡Hasta aquí llegamos hoy!

Prontísimo te contaré como continuó mi crecimiento, al lado de qué libros y que emociones comenzaron a florecer.

¡GRACIAS POR ESTAR AHÍ, LEYENDOME!

Siempre cerquita, Flor de Hiloland


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